domingo, 21 de noviembre de 2010

Desniveles


“No, no, la calle es Fader, F-A-D-E-R… ¡Sí, yo también le decía ‘Father’, pero me lo anotaron, y es con D!”, dice una voz detrás de mí, y la pronunciación pulcra, no sólo del inglés sino del castellano, me hace mirar de reojo. Alcanzo a vislumbrar un pelo perfecto y un celular de última generación.
“En serio, a unas cuadras, nada más… Dos pesos… No, doce, no: dos, dos pesos… ¡Te lo juro!” Se ríe, sacudiendo la cabeza. “Y parece que estos ómnibus pasan cada 5 minutos, ¿podés creer?” No ha puesto el énfasis en ‘5 minutos’, como sería lógico si estuviera acostumbrada a dudar de las supuestas frecuencias, sino que ha acentuado marcadamente ‘ómnibus’. Es probable que no forme parte de su vocabulario cotidiano. Levanto una ceja y vuelvo a espiar. De mi edad aproximada, algo más bronceada, mucho mejor vestida.
“La cosa es así”, explica con el tono de quien ha descubierto una novedad fascinante. “Me subo al ómnibus acá, a la salida del Jockey, me bajo a unas cuadras de la clínica de José, y lo espero para ir juntos a casa. ¿No es genial?” Le brillan los dientes. “Media hora, me dijeron… sí… ¡No, desde donde me bajo a la clínica voy a ir caminando! El día está bárbaro, y me evito una ida al gym.” No dice ‘gimnasio’: dice ‘gym’. Ahora soy yo quien sonríe disimuladamente, y no sin cierto resentimiento.
“¡Ahí viene!”, exclama, entusiasmada, sobresaltándome un poco. “Sí, fueron más de los 5 minutos que me dijeron, pero ahí viene… Bueno, te llamo a la noche para contarte cómo me fue… ¡Besitos!” Corta y sube, caminando con ligereza, como si los escalones (apenas oxidados, levemente torcidos) tuvieran una alfombra roja, mirando a todas partes con los ojos muy abiertos, rumbo a la aventura.
Yo me apoyo en el poste de la parada, porque calculo que al mío todavía le faltan sus buenos 10 minutos para llegar.
No debería darme envidia. No está bien. Además, yo colaboro cuando puedo con Greenpeace, así que, si alguien me pregunta, voy a sostener que siempre viajo en el transporte público porque es más ecológico.

1 comentario:

Rodrigo dijo...

Muy lindo, aportar la visión deslumbrada de aquel para quien el ómnibus es una novedad. Tal vez así deje de odiarlos.

Por cierto, ahora que tenés auto... ¿Te acordás cómo era eso de esperar 35 minutos al A6; patear 52 cuadras para comprar un cospel (y dos alfajores para que no te putee el kioskero); soportar el peso de veintiséis energúmenos que te aplastan contra el caño; putear al chofer no le dio bola al timbre y te pasó 3 paradas;...?